La filosofía de Platón

 
 

En su obra, Platón trató por primera vez todos los temas de los que se han ocupado los filósofos de todos los tiempos, incluyendo a los contemporáneos. Sin embargo, resulta muy discutible que su obra filosófica se considere un sistema, debido a que el mismo tema se expuso en varios lugares y, con frecuencia, con variantes muy significativas. Se afirma que el pensamiento de Platón tiene un dinamismo preocupado sólo por avanzar, sin importarle la sistematicidad ni la coherencia. No obstante, fácilmente se descubren en la filosofía platónica postulados básicos. Los tres principales son:

1. “Desconfianza en los sentidos”, porque éstos sólo nos ponen en contacto con lo que es momentáneo, ya que constantemente deja de ser.
2. “Confianza en la razón”, puesto que ella sí nos permite acercarnos a objetos inmutables.
3. “Necesidad de un mundo ideal”, ya que en él estaría todo lo que da sentido a esta parte sensible de la realidad.

De los múltiples temas de la obra platónica, tomamos ahora sólo aquellos que están más conectados con el problema de la naturaleza; a saber: el ser y el movimiento, objetos y sectores de la realidad, grados y clases de conocimiento, y la naturaleza.
El ser y el movimiento de los seres
Platón, en el diálogo Cratilo o de los nombres, después del análisis de la relación entre los nombres y las cosas, advirtió que no siempre hay correspondencia entre estos dos elementos y, entonces, se preguntó: si no es por medio de los nombres, ¿cuál será el método apropiado para llegar a conocer las cosas? La respuesta aparece en seguida: para conocer el ser de las cosas hay que ir a ellas y estudiarlas. Al emplear el método de la observación directa, empiezan a aparecer los problemas porque:
1. Por un lado, algunos (refiriéndose a Heráclito), que han observado las cosas, llegaron a la conclusión de que están en un perpetuo flujo o cambio constante.
2. Por otro, él había aprendido de Sócrates que la ciencia o el conocimiento auténticos deben tener como características la necesidad y la universalidad.

Platón, apoyándose en lo segundo, infirió lo siguiente: o no conocemos el ser de las cosas, o bien, si tenemos
Algún conocimiento de ese ser, necesitamos suponerlo inmutable y permanente. En otras palabras, Para que haya ciencia es necesario reconocer la existencia de seres inmutables y permanentes. En efecto, lo que siempre está cambiando, en sentido estricto, ni existe ni es objeto de conocimiento, ya que, entonces, lo que percibiríamos sería lo que no es. Para compaginar las cosas, Platón decidió reconocer dos tipos de seres: los cambiantes, denunciados por los sentidos; y los inmutables, descubiertos por la razón. El ser de estos últimos es el ser auténtico; el ser de los cambiantes, por el contrario, es un ser relativo, puesto que únicamente son en la medida en que son copia del ser de los seres inmutables. El movimiento es algo que se da únicamente en los seres cambiantes; aunque no porque ellos se muevan a sí mismos, sino Porque reciben el movimiento de otros seres que son motores (las almas). Leamos la siguiente transcripción:

Sócrates: Qué método debe seguirse para aprender o descubrir la naturaleza de los seres, es una cuestión que quizás es superior a mis alcances y los tuyos. Lo importante es reconocer que no es en los nombres, sino en las cosas mismas donde es preciso buscar y estudiar las cosas. Cratilo: Así me lo parece, Sócrates. Sócrates: Estemos, pues, en guardia; y no nos dejemos  sorprender por ese gran número de palabras, que tienden todas hacia un objeto común. Los que han instituido los nombres, han podido formarlos conforme a esta idea de que todo está en movimiento y en un flujo perpetuo, porque creo que éste era, en efecto, su pensamiento; pero puede suceder que no sea así en realidad. No se trata de examinar si existe un bello semblante o cualquier otro objeto de esta naturaleza, porque todo esto me parece que está en un movimiento perpetuo.
Lo que importa saber es si la belleza misma existe eternamente tal cual es. Cratilo:  Necesariamente. Sócrates: ¿Si lo bello Pasase sin cesar, podría decirse con propiedad, primero, que es tal cosa; y después, que es de tal naturaleza? ¿No sucedería necesariamente, que mientras hablamos, se habría hecho otra cosa, habría huido y habría dado de forma?

Cratilo: Necesariamente. Sócrates: Una cosa, que estuviera siempre en movimiento, no podría ser conocida por nadie.
Mientras que se aproximaba para conocerla, se haría otra y de otra naturaleza; de suerte que no podría saberse lo que es y cómo es. No hay inteligencia que pueda conocer el objeto que conoce, si este objeto no tiene una manera de ser determinada.
Cratilo: Es cierto.
Sócrates: Tampoco puede decirse que sea posible conocimiento alguno, mi querido Cratilo, si todas las cosas mudasen sin cesar; si nada subsiste y permanece.

“Cratilo”.

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